martes, 30 de marzo de 2010

Panopticon II





Al día siguiente del artículo que venía con este nombre, justo leí en el blog de Stephen Baker una entrada muy interesante, relacionada (tangencialmente) con este tema. Aunque él plantea que es posible que Google esté minando nuestra capacidad de pensamiento crítico al dar publicidad a la cantidad de personas que han hecho la misma consulta, yo expando un poco más sus ideas.

En el siglo XXI, la información es poder. Sin embargo, tal es el volumen de información que quien nos permite acceder a ella en menos tiempo, es quien tiene el poder. Google puede. La conclusión es lógica: Google tiene el poder. Una muestra de ello es cómo Google se ha convertido en un arma política de EE.UU. contra China, por ejemplo. Un interesante artículo de José Cervera lo ilustra. Personalmente, me atrevería a bautizar el enfrentamiento entre Google y China como la primera guerra virtual, pero estaría mintiendo. El gobierno de Alemania ya se adelantó en 2007, por ejemplo.

Todo esto tiene que ver con el control sobre la información. Google aspira a dominar el flujo de la información que transcurre por Internet. De esa forma, puede convertirse en el Gran Hermano. "Don't be evil" ("No seas malvado") es el lema de Google. Suena bastante similar al lema del Ingsoc, en 1984 de George Orwell. También en esa novela, el Ingsoc comenzó con un objetivo noble, pero terminó en someterse a su propia voluntad de poder. Y para ello no dudó en convertirse en un régimen totalitario. Me pregunto yo si Google será capaz de mantener su curso alejado de dicha voluntad de poder. Por de pronto, cuando en 2006 se sometió a la censura del gobierno chino, parecía que no. Sin embargo, al alzarse contra éste en pie de guerra, me pregunto si de verdad se han librado de esa tendencia, o han sucumbido a ella. ¿Pretende Google una revolución en China? Al menos, sus tácticas parecen bastante revolucionarias y destinadas a la provocación.

Por supuesto, nos resulta muy difícil poder hacer otra cosa que especular, y la razón es que Google es el troll bajo el puente, que determina quien pasa, y quien no. Por supuesto, podemos recurrir a otros medios para saber más acerca de las intenciones de Google... pero dichos medios necesitan tanto de Google como Google de ellos.

Pero esto no es lo grave del asunto. Lo grave del asunto, y aquí retomo el tema con el que comencé esta entrada, es que nosotros nos conformamos. Aceptamos la verdad dada por Google como absoluta, no la cuestionamos. Si tiene un rating alto, es verdad, es auténtico. Cuando más bajo sea su rating, y menos coincidencias tenga en la búsqueda, menos fiable se hace la información. Google determina qué es verdad, y qué es mentira. Nosotros, al aceptarlo, nos convertimos en potenciales cobayas de ingeniería social para Google. No estoy asegurando que Google haga esto, porque, de nuevo, no lo sabemos. Google no lo va a decir. Las alternativas a Google no son fiables, pues buscan cuota de mercado, desprestigiando a su rival. La verdad se escapa de nuestras manos, y en tal situación sólo podemos confiar en nuestro razonamiento crítico para poder determinar qué es verdad y qué es mentira ante toda la información que circula por Internet. Sólo nosotros podemos salir de la caverna y ver el mundo de las ideas con nuestros propios ojos, y entonces, saber la verdad.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Spanischmann in Deutschland #5: Historia de una ida y una vuelta



Lo prometido es deuda, y prometí hablar en este blog de mis viajes. Hasta el momento, he visitado dos ciudades (aparte de Augsburg, claro): Stuttgart y Salzburg. Empiezo con Suttgart.

Para ir a Stuttgart teníamos que ir primero hasta Ulm. Allí tuvimos unos veinte minutos para tomar algo de aire fresco. Personalmente me sentí satisfecho al ser la primera vez que salía de Baviera. Tras eso, emprendimos el viaje hasta Stuttgart, a la cual llegamos a mediodía. Pedimos un mapa en la estación, y emprendimos a andar.

Lo primero que visitamos fue el casco viejo de la ciudad. Desde allí nos dirigimos a Schlossplatz (que podéis ver en directo a través de una webcam aquí), recorriendo el Schlossgärten, que es parte de la "Grüne U".
Desde allí, pasamos por al lado del Alte Schloss, en dirección a la Rathaus, no sin perdernos una visita al mercado de Schillerplatz. Más o menos a medio camino entre Schillerplatz y la Rathaus paramos a comer... bueno, yo paré a comer mientras mis compañeros de fatigas hacían fotos a una estantería con zapatos de colores. En realidad, comimos en Rotbühlplatz.

Después, nos dirigimos al punto, para mí, más espectacular de Stuttgart: el Feuersee, a cuya ribera se encuentra la Johanneskirche. Y para prueba un botón. No soy especialmente religioso, pero el sol de media tarde, el sonido del organista ensayando, y el canto de los pájaros le daban al lugar una magia especial.

A continuación, emprendimos el camino de vuelta, por Friedrichstraße. Llegamos a tiempo a la estación, pero se produjo un extraño contratiempo: nuestro tren no estaba en el andén que esperábamos. De hecho, estaba en el andén de al lado. Y se fue ante nuestras narices. Con lo cual, nos vimos obligados a esperar dos horas al siguiente tren. Esto tuvo como ventaja poder tener una perspectiva nocturna de Stuttgart, pero la cosa se puso fea cuando el siguiente tren comenzó a retrasarse, porque dependíamos de la conexión con Ulm... Al final, con más morro que otra cosa, cogimos un tren ICE (un tren de alta velocidad) que nos llevó hasta Ulm, y llegamos por los pelos a nuestro regional con destino Augsburg. Y cuando digo por los pelos, significa que tuvimos que correr para cogerlo. Por suerte, el revisor fue magnánimo con nosotros, y no nos puso ninguna multa. Claro, que al ser un tren nocturno, iba casi vacío, con lo que tampoco es que importase mucho que nos hubiéramos colado. Así, casi a las doce de la noche, llegamos a Augsburg.

En el siguiente episodio, hablaré sobre mi viaje a Salzburg. Hasta entonces, viel Spaß!

domingo, 21 de marzo de 2010

Manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en Internet




Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que:

1. Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.
2. La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial -un organismo dependiente del ministerio de Cultura-, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.
3. La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.
4. La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.
5. Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.
6. Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.
7. Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.
8. Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red, en España ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.
9. Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.
10. En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

Este manifiesto, elaborado de forma conjunta por varios autores, es de todos y de ninguno. Se ha publicado en multitud de sitios web. Si estás de acuerdo y quieres sumarte a él, difúndelo por Internet.

martes, 16 de marzo de 2010

Panopticon




Panopticon. Concebido como un modelo de cárcel, donde los prisioneros son observados por carceleros invisibles por efectos ópticos. Esta idea fue concebida en el s. XVIII por Jeremy Bentham, filósofo e inventor británico. Sin embargo, dos siglos y cuarto más tarde, Bentham no daría crédito a lo que voy a decir: nuestra sociedad es el Panopticon. Con una singularidad: todos son ahora prisioneros y carceleros a un mismo tiempo. En este artículo voy a exponer la razón, aunque el vídeo que pongo como cabecera es bastante explicativo en sí mismo.

En esta sociedad del siglo XXI, todos tenemos la capacidad de observar, sin ser observados. Con suficiente empeño, es fácil encontrar muchos datos de cualquier persona, sin necesidad de acudir a medidas invasivas. Un poco de paciencia y bastante googleo es suficiente. Y Google, ese es el auténtico Argos Panoptes de este nuevo mundo. El que observa y no es observado. Sus satélites se han convertido en los ojos a través de los cuales podemos encontrar lo que buscamos... o ser encontrados por quienes nos buscan, sin que nosotros los sepamos. Como una Espada de Damocles, los satélites nos acercan a quienes queremos conocer (o ya conocemos y están en la distancia) pero también a aquellos que nos buscan y no tienen buenas intenciones. Estos Numerati rastrean, crean perfiles y patrones, y nos ofrecen bienes y servicios. O se los ofrecen a quienes luego se presentan con ellas. Nosotros sabemos muy poco de ellos, ellos creen saber mucho de nosotros. Pero si buscamos lo suficiente, la Espada de Damocles, se vuelve también contra ellos. El vigilante se convierte en vigilado. Una frase mal dicha, una previsión poco favorable, y el mundo parece derrumbarse de repente. Cada teléfono móbil con cámara convierte al ciudadano en vigilante. En cuestión de minutos, los secretos más oscuros se conveirten en vox populi. La conspiración se vuelve susceptible. Por ello, callan, analizan, y observan.

Tal y como dijo Tolkien en "El Señor de los Anillos", de boca de Gandalf, "La naturaleza del mal es volverse contra sí misma". Divide y vencerás. La derrota de los Numerati, es una división entre cero: conocer el corazón humano, es algo que no puede expresarse con números. Y ahí radica nuestra fuerza.

sábado, 13 de marzo de 2010

La Leyenda del Prisionero - Episodio I, "Cautivo"

"¿Alguna vez has estado herido?
¿Alguna vez te has sentido abandonado?
¿Alguna vez te has sentido realmente asustado?
¿Alguna vez has sentido que realmente no perteneces aquí?
¿Alguna vez has sentido que no tienes un hogar?
¿Alguna vez has sentido que no tienes ninguna oportunidad?

Así es como me siento yo.
"

Beriadan leyó aquella inscripción por trigésima vez, y esta vez, sintió que él también se sentía así. Hacía ya tres días que había sido encerrado en aquella celda. Tan sólo una vez le habían traído comida. Aún no había venido a limpiar el cubo con sus heces. Permanecía encadenado, aunque las cadenas eran lo suficientemente holgadas para poder estar sentado en el pequeño catre que había en la celda.

¿Por qué le había ocurrido esto, justo a él? Aún no había podido entenderlo. Lo habían acusado de traición y asesinato con magia. Él no sabía usar la magia, y aunque los elfos podían sentir la magia como cualquier humano percibe un olor, o un sonido, su "sentido de la magia", o maeluk como lo llamaban los elfos, no estaba entrenado.

Ordenó sus pensamientos, tratando de reconstruir los hechos que lo llevaron a aquél lugar. Había llegado a la ciudad de Grenz, en los límites del Imperio de Heimland. En el momento, le pareció una ciudad interesante, y llena de oportunidades. Había oído que una floreciente comunidad de elfos se había establecido allí. En aquel lugar, casi parecía que la ocupación se había olvidado, y que ambas naciones podían convivir en paz. Ahora, en aquella celda, su opinión había cambiado. Siempre había sido partidario de la paz entre humanos y elfos, pero en estos momentos, todo en lo que creía parecía derrumbarse como un castillo de barro mojado por la lluvia. Lentamente, se deshacía y deformaba, convirtiéndose en algo diferente. La ira y el odio crecían en su interior. Respiró profundamente, y consiguió hundirla en lo más profundo de su espíritu. "No te va a servir de nada enfurecerte ahora".

En ese momento, oyó ruido en el exterior de la celda. Un hombre joven, ataviado como un erudito, entró en ella. Lo miró de arriba a abajo. Y le dio la mano.
-Mi nombre es Johann Holzmann. Nadie quería tu caso, así que soy tu única posibilidad de salvación. Traición y asesinato con magia -dijo mirando el pergamino que sacó de su bolsillo. Silbó-. Esto no va a ser fácil.
-¿Es mi abogado?
-Así es.
-No quiero un abogado. Quiero una ordalía. Demonstraré mi inocencia con una prueba de valor.
-¿Una qué? Mira, eeh...
-Beriadan Valdaglerion.
-Beriadan. En este país tenemos leyes. Incluso un elfo tiene derecho a un juicio justo y a un abogado. No sé qué es una ordalía, pero puedes estar seguro de que tus costumbres tribales no van a ser útiles aquí.
-Lárguese de aquí. No quiero un abogado. Y menos uno que se burla de mi pueblo.
-Sin un abogado, te condenarán a muerte, incluso si las pruebas son totalmente circunstanciales.
-Quiero una ordalía. Tengo derecho a una ordalía, todo elfo la tiene.
-Sinceramente, lo dudo, pero quizás... me has dado una idea.
-¿De qué se trata?
-Tendrás tu ordalía. Sea lo que sea, nos dará tiempo.

Johann se dirigió al soldado que estaba en la entrada, y le dijo que ya había terminado. Se despidió del elfo, que dijo algo en su idioma -poco amistoso, por la expresión de su cara-. Una vez que salió del calabozo, se dirigió a la Biblioteca Pública de la ciudad. Realmente necesitaba ganar aquél caso, catapultarse a la fama, dar el salto, y poder ir a la capital. Pero de momento, era tan pobre, que necesitaba consultar libros en la Biblioteca Pública. Problemas de ser un novato en el oficio en una ciudad fronteriza. Grenz era una ciudad dedicada a la guerra, no a la paz. Había rutas comerciales que salían de allí hacia el extranjero, pero desde la ocupación, las rutas comerciales se habían desviado. Muchos cargamentos se perdían por ataques de los rebeldes élficos. Los litigios por daños no eran provechosos, porque el Imperio no se hacía cargo de la seguridad de las rutas más allá de la frontera. Y por eso, cuando había oído de un caso como éste, supo que era su oportunidad. Pero no iba a ser fácil. No obstante, lo que había planteado el elfo, le había dado una idea. Por eso, cuando llegó ante Angus, el viejo bibliotecario, le saludó, y le dijo:
-Angus, ¿tendrás por casualidad algún libro de derecho élfico? Y el manual de procedimiento penal que estuve viendo la semana pasada, ¿sigue disponible?
-¿Derecho élfico? ¿Procedimiento penal? ¿En qué lío te has metido ahora, muchacho? -dijo el anciano, levantando una ceja-.
-En uno muy gordo -contestó Johann sonriendo-. En algo muy muy gordo.
-Hmm... no hay ninguno, pero creo saber dónde puedes encontrar uno.
-No tengo dinero para comprarlo, Angus. Si tuviera dinero, no vendría aquí a preparar mis casos.
-Nadie dijo que lo fueras a pagar tú -respondió el bibliotecario, extendiendo un formulario titulado "Peticiones especiales de adquisición"-.

Con una bolsa de monedas en el bolsillo, Johann se dirigió a la dirección que Angus le había señalado. El bibliotecario debía tener al menos cien años, o eso es lo que pensó Johann la primera vez que lo vio. Sin embargo, a pesar de ser un hombre pequeño, extremadamente delgado y ya un poco perjudicado de la vista, era un hombre astuto como pocos. Más de una vez, había sacado al joven abogado de un apuro, y parecía que esta vez no sería la primera. Sin embargo, cuando se adentró en el barrio habitado por elfos, sintió que un nudo le atenazaba la garganta. No lo miraron con buenos ojos, precisamente, aunque era difícil saber qué es lo que pensaban los miembros de aquella raza caprichosa, sí sabía que todo elfo varón portaba consigo siempre una daga o cuchillo, y que muchos tenían décadas o siglos de entrenamiento con su uso a la espalda. Él llevaba una pequeña pistola Valentine de un sólo disparo, pero poco podría hacer con ella, si se enfrentaba a un grupo de enemigos. Por ello, caminó con cautela, sin fijarse demasiado en los rostros de las personas que lo rodeaban.

Finalmente, llegó a la dirección que le había indicado Angus en un pequeño pliego de papel. La casa parecía muy vieja, y estaba decorada de forma suntuosa, pero sin excesiva recarga, mostrando el lujo justo. Grandes vidrieras hacían de ventanas, iluminando el jardín interior de la residencia. En dicho jardín había una fuente, que expulsaba agua prístina. Posiblemente todo ello construído con magia. Se perguntó qué haría una casa tan lujosa en el barrio élfico, hasta que se dio cuenta de que quizás la casa fuese más antigua que dicho barrio, construido de forma abigarrada tras la ocupación, con el fin de alojar a los refugiados de la guerra.

Una mujer muy joven (poco más que una adolescente) llegó, y lo saludó con una reverencia. Se trataba de una joven muy bella, de ojos verdes como la hierba, y pelo color cobrizo. Iba vestida con un lujoso vestido de color verde, a juego con sus ojos. El vestido era levemente traslúcido, y dejaba entrever los pequeños pechos de la joven. Johann se sintió un poco turbado, e intentó concentrarse en mirar a los ojos de la joven. Ella dijo que su padre pronto lo atendería. Si no fuera por la inexpresiva forma de mirar de los elfos, diría que parecía algo turbada. Mientras pensaba en esto, la joven le ofreció un cojín para sentarse, una cesta de fruta, y un delicado vino élfico. La muchacha, que hablaba con mucho acento, se presentó como Pytië. Tras entregar las viandas, hizo otra reverencia, y se marchó, antes de que Johann pudiera siquiera darle las gracias, o darle la mano. Decidió probar alguna de las frutas extrañas que le habían ofrecido, y se encontró con un sabor muy amargo.
-Esa fruta debe pelarse antes de comerla -dijo la voz de un elfo, proveniente de otra habitación. Al cabo de un instante, un elfo alto, de pelo rubio, y profundos ojos azules. Vestía de color gris y azul, con una túnica decorada de forma sencilla, pero lujosa. Como la propia casa, denotaba tanto buen gusto, como opulencia.
-No tengo un cuchillo.
El elfo sacó una daga, aparentemente de la manga, y se la puso cerca del cuello. Luego, con un movimiento rápido de manos, se la tendió.
-Uuh... gracias.
-Bueno, dime entonces quién eres, y a qué has venido.
-Mi nombre es Johann Holzmann, y soy abogado. Pero ahora mismo, vengo en nombre de Angus Haroldson. Tiene usted algo que al señor Angus le gustaría comprar.
-¿El pequeño Angus quiere algo de mí? Vaya, eso sí que es una sorpresa.
-¿Pequeño Angus? ¿Qué quiere decir? ¿Angus fue joven alguna vez?
-Claro, y yo era su maestro. Yo le enseñé a leer y escribir.
Johann apenas había valorado el alcance de la (aparentemente) infinita longevidad de los elfos. Aquel hombre parecía no tener más de unos treinta años. Sin embargo, por sus palabras, bien podría tener más de ciento cincuenta. Quizá incluso varios siglos. ¿Cómo podía alguien vivir tanto tiempo, y recordar todo aquello que había vivido? Parecía inconcebibile.
-Necesito un compendio de derecho élfico. La compilación de las costumbres de su pueblo a la hora de juzgar a un prisionero.
-¿Y te crees digno de poder usar ese conocimiento?
-¿Cómo sabe que es para mí?
-Cuando te presentaste, dijiste que eras abogado. ¿Por qué un Angus querría un compendio de derecho élfico? Lo conoce más que de sobra.
Johann no podía salir de su asombro. Se anotó mentalmente hablar de eso con Angus.
-Bien, me ha cogido -dijo Johann sonriendo de forma condescendiente-. Necesito ese libro, pero es por una buena causa... para su pueblo. Un elfo está a punto de ser condenado a muerte.
Algo ensombreció el rostro del elfo.
-Entiendo. Tendrás tu libro. Dame tan sólo unos minutos para encontrarlo.
El elfo se levantó y abandonó la estancia, tan sigilosamente como había entrado, dejando tan sólo el sonido del agua fluyendo de la fuente como única compañía de Johann.

martes, 9 de marzo de 2010

Hipertrofia legislativa



Decía mi profesora de Teoría del Derecho, que el mayor desafío al que se enfrenta el Derecho en nuestra civilización es estar a la altura de su tiempo. Normalmente, el Derecho viaja a la cola de la sociedad, regulando las situaciones que de hecho se producen . Así, para cuando se codificó el Derecho mercantil en España (1825), ya tenía a sus espaldas más de quinientos años de usos jurídicos mercantiles documentados, al menos desde la “Consulado del Mar” (que tuvo su origen en Italia, en 1063, pero que fue importado a España en Valencia, en el año 1283).
Sin embargo, en los últimos años parece que esta tendencia corre el camino de invertirse, y he ahí donde aparece el fenómeno que lleva el título de este artículo. Con el propósito de regular una sociedad en un proceso acelerado de evolución y cambio como la nuestra, el legislador parece haberse empeñado en tratar de “actualizar” en tiempo real el ordenamiento jurídico. Yo me pregunto, sin embargo, si realmente merece la pena este esfuerzo.

En primer lugar, la hipertrofia legislativa produce una enorme inseguridad jurídica. Dos hechos jurídicos exactamente iguales con una diferencia de apenas unos meses, pueden recibir un tratamiento jurídico radicalmente diferente. Además, nuestro atascado sistema judicial hace que un procedimiento dure lo suficiente como para que, cuando se termine, la legislación haya cambiado lo suficiente como para que sea imposible crear una jurisprudencia estable acorde a la ley. Nuestro ordenamiento jurídico depende en gran medida de la estabilidad de esta jurisprudencia, pero sin una continuidad en la legislación, es imposible que se pueda crear.

Por otra parte, la hipertrofia legislativa produce una enorme confusión en el intérprete del derecho, al convertir el ordenamiento en un puzle donde no es fácil encajar las piezas. Además, las cuestiones de forma como la litispendencia cobran una importancia desmesurada. No se trata sólo de un efecto “puzle”, sino que nos encontramos litigando por qué piezas debemos o no debemos utilizar para un determinado supuesto. En tal situación, un procedimiento se alarga innecesariamente, discutiendo supuestos formales que deberían estar claros.

En conclusión, mi opinión es que el legislador debería dejar que la sociedad evolucione, y solo entonces introducir los cambios que sean necesarios, dejando mientras tanto a los jueces y tribunales la interpretación de la ley, en lugar de intentar predeterminarla a golpe de decreto.

jueves, 4 de marzo de 2010

El Agente: Archivo #026: Dreißig Sekunden



30: Clive cogió el fusil.
29: Helen corrió hacia el panel de seguridad.
28: Un soldado enemigo se trabó en la alambrada.
27: Fritzl enciende un cigarro.
26: El fusil está montado. En la guerra, tardaba tres segundos.
25: Helen abrió las jaulas de los perros desde el control remoto.
24: Fritzl gritó algo al grupo de soldados que entraba por el norte, señalando a los perros.
23: Clive empezó a subir las escaleras.
22: Helen abrió la trampilla de la despensa.
21: El soldado trabado en la alambrada pudo ver la muerte en los ojos del perro que saltó a su yugular. Aunque pasó un solo segundo, pudo ver toda su vida pasar ante sus ojos. Como creció en una Alemania destruida por los soviéticos, cómo su gobierno se rindió ante ellos, y accedió a que sus tropas dirigieran la reconstrucción del país. Como se alistó al cuerpo de policía, y pasó varios meses de instrucción. Como en la ceremonia de graduación, uno de sus compañeros se detonó a sí mismo, y se llevó consigo a la mayor parte de aquellos que había conocido. Todo por el sueño de un "mundo libre, donde las personas puedan ser dueñas de su trabajo", como dijo el líder terrorista en un comunicado al día siguiente. Como su país se desmembraba más, en lugar de reconstruirse. Como le comunicaron que podría formar parte de un "comando de élite", para operaciones especiales "en el extranjero". Y como iba a morir, lejos de su hogar, por el sueño de un mundo libre de los pérfidos capitalistas que financiaban la destrucción de su país, en un mundo lejano.
20: Fritzl maldijo con su fuerte acento suizo. Eso atrajo la atención de Helen, que seguía en la cocina. Aunque fue sólo un segundo, recordó que Fritzl había comentado en alguna ocasión que había crecido en los Alpes.
19: Clive llegó arriba, y buscó donde poder colocarse.
18: el compañero del soldado caído, acabó con el asesino de su compañero, con su cuchillo de combate. Fue una suerte que decidiera llevarlo, pero él sabía que en toda misión, un cuchillo es fundamental, no sólo para el combate cuerpo a cuerpo. Su amigo era un tanto novato, y lo había pagado con su vida.
17: Helen sacó el "ingenio" en el que llevaba tiempo trabajando, para cuando llegase la ocasión. Tan sólo unos segundos más y...
16: Clive dio un codazo a una ventana, y observó por ella. Cuatro a las doce, tres a las cinco. Un fusil, un cargador. Poco tiempo. Mal asunto. Así es la guerra. Pero, ¿cuándo se alistó para ella?
15: Helen conectó el aparato a la red eléctrica de la casa, y empezó a programar la cuenta atrás.
14: El grupo Alfa comenzó a cortar la alambrada norte. Entonces, uno de ellos cayó derribado de un disparo. Jefe Oso gritó "¡A cubierto, francotirador!¡A cubierto, francotirador!"
13: "Mal número si no crece", dicen en Galicia. Aunque no tiene nada que ver con nuestra historia, es lo que pensó Kevin en aquél momento, cuando miró su reloj.
12: Helen oyó un segundo disparo, y se sintió agradecida de que ese tipo hubiera venido, aunque lo hubiesen usado como cebo vivo.
11: Fritzl gritó algo al grupo Beta, que había acabado ya con los perros. Jefe Tigre señaló hacia la ventana, y dió una orden a sus hombres.
10: ¡Cuenta atrás conectada! Tan solo diez segundos y...
9...
8...
7...
6...
5... Clive maldijo su suerte, cuando vio que un par de soldados había entrado en la casa. Gritó a Helen "¡Están dentro!" Al mismo tiempo, uno de los enemigos tiró una granada al interior, y gritó "¡Fuego en el agujero!"
4... Helen oyó la explosión en el interior de la casa, y dijo "Ahora os vais a cagar", mientras que gritó al detective "¡No hay más tiempo, nos vamos, nos vamos!"
3... Clive tiró su fusil, y comenzó a bajar las escaleras.
2...
1... Helen y Clive se abrazaron justo cuando un pitido anunció la ignición inminente...
0... ¡¡¡BOOM!!!

TO BE CONTINUED

lunes, 1 de marzo de 2010

Spanischmann in Deutschland #4: Ein Monate in Augsburg



So wie ein Zug
Ein Monate ist verpasst.
Zu viele Stunde,
würde ich nicht vergass.
Habe ich von mir gelaufen?
Möchte ich selten Zeit zu kaufen,
aber das ist etwas niemand kann.
Ich lebe jeder Sekunden,
wenn das letzte isn nicht zu kommen.
So das ist,
wahrend ich in Augsburg wohne.
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Como un tren
Un mes ha pasado
Demasiadas horas
Que no olvidaría
¿He huido de mí?
Me gustaría comprar algo de tiempo,
Pero es algo que nadie puede
Vivo cada segundo,
Como si el último no fuera a llegar.
Así es
Mientras viva en Augsburg.